El peligro de las cocinas tradicionales y su efecto contaminante en el planeta

cocinas tradicionales

Los electrodomésticos de cocina convencionales, como las estufas de gas y los hornos tradicionales, son conocidos por su histórico alto consumo de energía y emisiones de carbono. Sin embargo, los fabricantes actualmente están centrados en desarrollar alternativas ecológicas que reduzcan los residuos y el uso de energía, al mismo tiempo que proporcionan un rendimiento de cocción excepcional, un efecto que se nota con más fuerzas en países subdesarrollados en los que la infraestructura para la cocina es menos práctica y más contaminante.

Soluciones ecológicas y tecnológicas

La cocina engloba muchísimos materiales y tecnologías, algunas esenciales y otras complementos, y en ellas se producen a lo largo de los años innovaciones que facilitan la cocina y/o tienen un efecto de consumo energético menor, lo que hace también que el precio de la luz a final de mes sea menor. Una de las innovaciones es la placa de inducción, que emplea campos electromagnéticos para calentar directamente los recipientes de cocina. En contraste con las estufas tradicionales, las placas de inducción calientan de manera rápida y uniforme, lo que conlleva a tiempos de cocción más cortos y una menor demanda de energía.

Las placas de inducción presuponen ser un 90% más eficientes que las estufas convencionales, transformándose en una elección atractiva para los consumidores preocupados por el medio ambiente.

Otra solución ecológica para la cocción que va ganando popularidad es el horno de vapor. Estos hornos utilizan vapor de agua para cocinar alimentos, eliminando la necesidad de añadir excesivas cantidades de aceites y grasas. Estos hornos tienen un menor impacto al consumir una menor cantidad de energía además de ser más saludables si lo comparamos con los hornos tradicionales.. Además, los hornos de vapor preservan los sabores y nutrientes naturales de los alimentos, resultando en comidas más saludables y sabrosas.

Cómo afecta la tecnología dentro del ámbito de la cocina en los países subdesarrollados

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2022, alrededor de 2.400 millones de personas en todo el planeta cocinan utilizando sistemas «ineficientes» (Debido a la falta de distribución energética y situación de pobreza), como ollas colocadas sobre tres piedras y alimentadas con carbón, madera o queroseno. Desde la perspectiva del cambio climático, la cocción con madera y carbón plantea un grave problema, ya que genera aproximadamente el 2% de todas las emisiones a nivel mundial, superando incluso a la industria de la aviación en términos de impacto. También contribuyen a la contaminación del aire, lo que resulta en enfermedades responsables de la muerte de aproximadamente cuatro millones de personas al año, según datos de Clean Cooking Alliance.

Es importante destacar que los niños son particularmente vulnerables a estos efectos negativos. Desde Unicef, la científica en clima Amy Wickham afirma a través de un informe de la ONU, que los niños respiran mucho más rápido que los adultos, tienen sistemas inmunológicos más débiles y sus cerebros están en pleno desarrollo. La exposición al humo en el hogar no solo afecta al corazón y los pulmones, sino que también provoca daños cognitivos en los niños.

La cocina tradicional conlleva otros desafíos, como accidentes domésticos debido a la falta de estabilidad de las ollas en el fuego, o la exposición al peligro de las mujeres que deben buscar leña a diario en zonas rurales inseguras. Además, este tipo de cocina requiere un tiempo considerable, ya que las mujeres y los niños en los países del Sur global destinan en promedio 20 horas a la semana para recoger material de combustión, según la misma organización.

Los países más afectados por la contaminación de las cocinas.

En Guatemala, Honduras y Nicaragua, las mujeres de estas regiones pasan aproximadamente cuatro horas al día cocinando para sus familias, y esto conlleva inhalar de manera habitual el humo tóxico que emana de la quema de leña y carbón vegetal, por no tener un sencillo acceso a contratos de electricidad que les permitan usar tecnología de cocina más avanzada. Como resultado, cada año se registran unas 37.000 muertes prematuras en América Central, afectando en su mayoría a mujeres, pero también a un gran número de niños, debido a la contaminación del aire en los hogares. En total, cerca de 20 millones de personas en América Central, lo que equivale a un poco más de la mitad de la población de la región, dependen de la leña como fuente de combustible para cocinar.

Si nos trasladamos a Asia del Sudeste, encontramos un fenómeno similar en la República Democrática Popular de Laos, donde el 96% de la población sigue utilizando combustibles sólidos para la preparación de alimentos. La falta de aire limpio en los hogares constituye la principal amenaza para la salud en el país. Este problema persiste a pesar de un aumento en el acceso a la electricidad, que pasó del 18% en 1995 al 72% en la actualidad.

En Indonesia, aproximadamente el 40% de la población, es decir, alrededor de 25 millones de hogares, todavía utiliza biomasa tradicional para cocinar. Una vez más, los resultados son trágicos, con unas 165.000 muertes prematuras al año como consecuencia de esta práctica.